
Los anarquistas son neófilos; se dejan arrastrar por todas las nuevas ideas, pero se las ingenian pra enmascarar su falta de independencia intelectual; luchan por la regeneración colectiva sólo porque tienen miedo de su propia individualidad. La criminalidad política se asocia con la insania moral y la epilepsia. Con una nutrición cerebral inadecuada y con un sistema nervioso debilitado por la epilepsia, es decir, en un estado de monstruosidad, la enfermedad encuentra su plenitud. De este modo, los anarquistas padecerían esclerosis craneal, hemorragia cerebral, pigmentación de las células nerviosas y la inevitable fusión de los lóbulos frontales.
¡Asombroso, Lombroso!
La única enfermedad es relacionar una ideologia con una enfermedad.
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