2/1/10

Carta de Navidad Atribulada o Invitación al Natal-icidio

Tenía intención de escribir una carta, y hasta cierto desasosiego por no ser capaz de hacerlo o no ponerme; de hecho, sólo como contenido mental podía imaginar y era capaz de escribir una carta familiar y navideña. Lo que voy a hacer primero, y para quedarme al principio a gusto, es usar esta como acicate — claro está, a la mayoría de ellos y ellas, mis familiares, no podría decírselo tal y como lo siento, más que nada para evitar síncopes y mosqueos; aquí pienso decirme de verdad.
Espero para empezar que se entienda ahora mejor el circunloquio precedente, y que en lo sucesivo se acepte que se me cuele, y pues, se me ‘tolere’, hasta alguna ternura mejor o peor disfrazada. He esperado al final del punto, pero desde que dije o escribí ‘tolere’, y lo hago así una segunda vez, se ha hecho necesario que haga una advertencia. ‘Tolere’, y lo escribo una tercera, pertenece a un verbo más bien intolerable desde mi punto de vista. Prometo solemnemente, forma casi insolente de prometer, no usarlo en lo que seguirá después del punto
que ha sido aparte como se ve; el caso es que he preferido, con carácter previo e incuestionable, ponerme frente a frente con lo inmediato y con lo afín, frente a frente con vosotros y vosotras, las y los libertarias. Como me dirijo sobre todo a lo próximo, me dirijo en primer término a las y los ateneístas estén donde estén y porque siempre estarán en cierto modo, y desde esa no tan tenue “rede de intencións entrelazadas ás veces”, a quienes opten por nuestra virtual compañía en algún momento, y tengan la paciencia de seguir el hilo enrevesado, hasta el final de la carta.
Se le llame como se le llame, a esto que para todos es Navidad, se le llame Saturnalia o Solsticio de Invierno o como se quiera; se pone en evidencia sin que quepa evitarlo que lo que un día fue rito necesario para cierto cíclico modo de vivir, y explicable sin dificultades por la antropología más sensata, según ciertos ritmos vitales de absorción de calorías en un periodo dado, y el invierno es el lógico; para así alcanzar cierto equilibrio con otros periodos de carencia, o no tanta abundancia o necesidad de aprovisionamiento; eso tan sencillo, lo hemos convertido en una bacanal deleznable (que no perdone Baco la alusión), y en una gula incontrolada, totalizadora y omniabarcante, desfasada y absurda. No en vano, de todos modos, llegan las pagas extra por estas fechas, y hasta en eso en cierto modo vivimos al dictado, quienes tenemos la indudable suerte de recibirla. Llega justo cuando tiene que ser, para que así se pueda ser, espléndido y amable y generoso, siquiera unos días sea.
Ni que decir tiene qué espantosamente enternecedor llega a ser a veces un panorama semejante. La vileza habitual y cotidiana y no sólo hipócrita y abyecta del primer mundo, qué aberrante es nombrarlo y reconocerlo, se pone si cabe más de relieve, y es fatuo y es chulesco y es fantoche cómo se dispone todo quisque, a consumir y consumir, con desenfreno y sin límites, su entero único mundo y el de los otros y otras
—el resto: inmensa y desahuciada Humanidad,
sin pesar excluida, y tan impunemente.


“Frenéticos versos en dos octavas,
ni reales, ni con rima;
escritos para una coda sola ”

Qué asco da todo esto,
en fin,
y seguir qué difícil
hablando de ello sin ensuciarse,
hablando de ello y viviéndolo,
como si no pasara nada alrededor,
tan próximos tan lejos,
los de todo carentes.

Y aquí sin tener en cuenta,
o poco,
sufrientes los y las
ausentes sugeridos;
en ausencia también,
vergonzante absoluta,
del más feroz y necesario
de los posibles desprecios.

Gerzo E. Suponerlo, 28 e 29 decembro 2009

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