Transcribo a continuación una Carta a la Redacción publicada en el nº 186 del Periódico Diagonal, escrita por Jesús Sáchez Tenedor. Es un texto incisivo, demoledor. Incluso en esta segunda lectura no he podido evitar, al llegar a su término, alguna lagrimilla de tristeza y rabia.
"...Espérese y le prestamos una tienda de campaña. O acceda a la ayuda que le prestarán los servicios sociales, ellos le facilitarán los tickets del comedor social. Pero no se tire por favor, o nos estropeará nuestro plan de desahuciar a cientos de familias cada día, mujer, no lo haga, que también tenemos familias que alimentar...". Esto, o algo parecido, vino a decir la comitiva judicial y su orden de desahucio contra Amaia Egaña y su familia por impago de las cuotas de hipoteca de su piso. Orden que no pudo llevarse a cabo el 9 de noviembre de 2012, en la población de Barakaldo, puesto que Amaia, presa de la desesperación, víctima del absurdo y humillada por un sistema que antepone los intereses de los bancos a la dignidad de las personas, que rescata a los delicuentes en vez de a los inocentes, decidió poner fin a una situación extrema. Quizás, en su dignidad llevada al límite, dijo: "No acepto esto. Si pierdo el techo por el que tantos años he trabajado duro y, con ello, además, pierdo mi dignidad, ¿qué me dejarán para vivir?...".
La prensa digital, en pocos minutos, dio fe de lo sucedido y las redes sociales, foros y portales de información recababan opiniones y declaraciones en un tono crispado y un volumen muy elevado de indignación e incredulidad, no ya por lo sucedido, sino por la impotencia generada ante un hecho provocado por la injusticia en su versión más descarnada.
En un extremo, el martillo pilón de una gran siderúrgica financiera que machaca a los ciudadanos; un martillo pilón que marca el ritmo acompasado, igual que en las galeras de Ben-Hur. Acrecentándose por momentos. Alimentado por el miedo y la coerción que instigan los cada vez más salvajes latigazos del amo; un amo organizado, en perfecta alineación al modo de las legiones romanas y reforzados por Ortatus, el político, que golpea el martillo. Políticos de mensajes milenaristas y vendedores de opio adulterado. En el otro extremo, los ciudadanos condenados a las galeras reman con la vista cabizbaja a un ritmo cada vez más alto. El enemigo, a la vista, todavía está lejos. Pero queda cerca el día en que deberán obedecer a la troika, deberán arrodillarse y entregar en boda de ataque. El ritmo es irresistible para muchos. Unos desfallecen. Otros arrojan la toalla. Otros tiran la toalla y se arrojan. Como Amaia. Al vacío. A la nada. Hasta que la nave que transporta a los esclavos, eufemísticamente llamados ciudadanos del siglo XXI, entra en boga de ariete e impacta contra el barco enemigo. El barco de la democracia y de los derechos civiles. Es el nuevo orden mundial.
Barakaldo es una población de gente trabajadora. Tuvieron que soportar los años de plomo de la violencia política después de una Transición pactada a espaldas de sus ciudadanos. Tuvo que soportar el derrumbe de la economía que la sostenía: los Altos Hornos de Vizcaya. Que tuvo como consecuencia la proliferación de parados que podían ser perfectamente los personajes de Los lunes al sol. Donde una ingente cantidad de muchachos y muchachas, nacidos en la época del baby-boom, se vieron abocados al paro y a formar parte de la versión euskera del no future con banda sonora propia: heroína, sida, violencia, pistolas, represión, drogas, alcohol y sobre todo el maquiavélico Plan Zen que el gobierno socialista (sí, socialista) creó para criminalizar de terroristas a la juventud vasca de entonces.
Y ahora que Barakaldo continuaba su historia por otros derroteros económicos, y a pesar de crecer sobre toneladas de Lindano, plaguicida extremadamente tóxico que campaba a sus anchas en los antiguos recintos industriales, ahora que crecía con la esperanza de que una nueva savia política libre de pistolas aportara algo más de razón y de coherencia, ahora vienen (nunca se fueron) las amenazas de los ricos. Y han encontrado en Amaia una víctima propiciatoria, lavando -eso sí- sus conciencias pocas horas después con el anuncio de que intentarán la paralización de los desahucios.
Esto es terrorismo. De Estado, o financiero, o como lo quieran llamar. Pero no veo que salgan cogidos de los brazos con el tufo que desprenden a unión y democracia y su particular perversión semántica del lenguaje, ni les veo dispuestos a realizar un acto de humildad y contricción condenando también esta violencia. Sin pistolas, Pero con armas mucho más eficaces, letales e igual de execrables.
¿Por qué Amaia, por qué?. Hoy muchos ciudadanos nos sentimos muy mal y no podemos evitar pensar que entre todos podríamos haber hecho algo más. El apoyo a los ejecutores de este plan de exterminio a los derechos de los ciudadanos se lo han dado en este país más de once millones de personas. Tantos años de lucha y de derramamiento de sangre de inocentes para que en menos tiempo del que dura una canciónd e los Ramones se desmonte el armazón del www.estadodederecho.paf!. Para que todo acabe en una muerte cocinada a fuego lento.
Para que todo acabe en eso, en una muerte de mierda.
Descansa en paz, Amaia.
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